Comentario
Hasta que dio Bernal por concluida su Historia
Como regidor, no dejaba Bernal de asistir a las sesiones de cabildo, atento --según lo muestran las correspondientes actas, suscritas por él-- a los problemas a que los principales de la ciudad tenían por necesario hacer frente. Eran éstos en buena parte los tocantes a la perpetuidad de las encomiendas y a la pretendida urgencia de recompensar debidamente a los conquistadores cargados de hijos y, según se reitera, en gran pobreza. De esta suerte --en obsesionada porfía-- el tema recurría una y otra vez en la conciencia de Bernal y de otros que, de seguro, participaban con él en la demanda. Todo esto puede parecernos hoy fruto de inverosímil ambición. Sin embargo, si no en descargo de esos viejos conquistadores, al menos para comprenderlos habrá que tener presentes sus sentimientos y forma de ver las cosas. Eran ellos los que habían ganado las nuevas tierras; su empresa había sido llevada a término a su propia costa; sus vidas habían peligrado y de hecho muchos habían muerto en el intento y, ahora, unos cuantos años más tarde, poco o nada era su recompensa. A otros, cuyo único mérito era haber llegado mucho después, tal vez protegidos por parientes poderosos, se les había hecho grandes mercedes. Esto hería en extremo y avivaba, una y otra vez, las demandas.
Metido precisamente en otra probanza de méritos esta vez como declarante en favor del ya difunto don Pedro de Alvarado, en la información testimonial hecha a petición de su hija doña Leonor, en 4 de junio de 1563, Bernal, además de hablar con generosidad del hombre a cuyas órdenes había peleado, expresó:
Que era de sesenta y siete años..., que conocía a doña Leonor de Alvarado, mujer de don Francisco de la Cueva, hija del adelantado y de don Pedro de Alvarado y de doña Luisa, hija de Xicotenca [Xicoténcatl], señor de la provincia de Tlaxcala...
... y que pasadas muchas cosas que este testigo tiene escritas en un memorial de las guerras, como persona que en todo estuvo presente...21.
Buena muestra da esta declaración de cómo, a propósito de demandas y probanzas, tenía sentido aducir el testimonio fehaciente de la historia. Bernal cita, como hemos visto que, de lo que ocurrió, y en lo que Alvarado y él y otros tomaron parte, tiene [muchas cosas] escritas en un memorial de las guerras.
De las noticias que acerca de Bernal pueden derivarse de las actas del cabildo de Guatemala y de otros pocos documentos, me fijaré ya sólo en aquellas que ayuden más directamente al conocimiento de su persona y a enterarnos del proceso de elaboración de su obra.
Que proseguía escribiendo su Historia y revisando lo que tenía ya redactado puede inferirse de las varias alusiones que en ella hace a lo que, en tal o cual momento recuerda, y asimismo de los cambios que saltan a la vista comparando las versiones que se conocen de su Historia, sobre todo la que sirvió de original en la primera edición hecha en Madrid, 1632, y la que quedó en Guatemala. La obra toda, según veremos al hablar de su estructura, no puede decirse que la hubiera concebido Bernal desde un principio de acuerdo con un plan rígidamente organizado. En realidad, su idea era hacer un relato fiel de la conquista, sobre todo de las principales batallas a lo largo de ella. Los sucesos posteriores se fueron luego acomodando sin seguir siempre la más cristalina de las secuencias. Por encima de todo interesaba a Bernal transmitir su propia vivencia:
Muchas veces, ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos, que me parece que las veo presentes... (XCV).
Probable cosa es que, a veces, pusiera en parangón lo escrito por Gómara con su propia recordación de los hechos. Un ejemplo nos lo da al tratar acerca de quienes fueron a poblar a Coatzacoalcos y también a la región de Pánuco:
Aquí es donde dice el cronista Francisco López de Gómara que iba Juan de Velázquez con cien soldados a poblar a Guazacualco, e que Pedro de Ircio había ido a poblar a Pánuco; e porque ya estoy harto de mirar en lo que el cronista va fuera de lo que pasó, lo dejaré de decir, y diré lo que cada uno de sus capitanes que nuestro Cortés envió, hizo, e vinieron con muestras de oro (CII).
Mala cosa fue por ese tiempo ver que la Audiencia se trasladaba por real mandato, de la ciudad de Santiago de Guatemala a la de Panamá. Ello duraría de 1563 hasta 1570 en que, dando oídos a nuevas demandas, la Corona dispuso su retorno definitivo.
Buena noticia, en cambio, fue la que llegó a Bernal como consecuencia de gestiones realizadas por su hijo Diego, el nacido de la india Angelina. Había obtenido éste, como un real reconocimiento de los servicios de su padre, se les hiciera concesión de un escudo de armas. De ello daba fidedigna constancia una real cédula de Felipe II, expedida en Valladolid, el 6 de mayo de 1565.
En otro litigio, tocante a asuntos burocráticos, participó Bernal dos años más tarde. En carta dirigida al rey, prestó entonces su apoyo a Francisco Briceño, gobernador de Guatemala, sobre quien se habían acumulado acusaciones que tuvo Bernal por falsas. De su intervención queda otra carta de fecha 29 de enero de 1567. En ella, cojeando de su mal de quizás ingenua vanidad, escribió que intervenía ahora porque cuando en el año de 1550 ocurrí a vuestra real corte a ciertos negocios, siendo vuestro presidente de vuestro Real Consejo de Indias el marqués de Mondéjar, el cual me mandó, confiado en mi fidelidad, que si viese algunas cosas que en esta gobernación se hacían no tan conforme a vuestro real servicio como debían, que diese aviso de ello, y a esa causa he escrito tres veces a vuestro Real Consejo de Indias cosas que debían saber, y de todo lo que hice relación se aprobó por muy bueno22.
Respecto del asunto de esta carta --dar favorable opinión acerca del gobernador Briceño-- esta vez falló, pues lo ex, presado por él de nada sirvió.
Ya sólo un año más tarde, en 1568, es el mismo Bernal quien informa que ha terminado de escribir su Historia. Su testimonio quedó incluido tanto en el manuscrito enviado a España como en el que quedó en Guatemala, del que más tarde se sacó otra copia (el llamado manuscrito Alegría, conservado ahora en la Biblioteca Nacional de Madrid).
Lo que manifestó nuestro cronista sobre haber dado feliz término a su prolongado esfuerzo, pasó de hecho a formar parte de la Historia, en el que se conoce como capítulo CCXII de la misma. Allí nota además algo de suma importancia. Dice textualmente como acabé de sacar en limpio esta mi relación. Es decir que, de los que describe él mismo como sus borrones o redacción primera, había dispuesto además una copia en limpio. La fecha de terminación la proporciona comentando lo que le expresaron dos licenciados [que le habían rogado] se la prestase [su obra] por dos días para saber muy por extenso las cosas que pasamos en las conquistas de México y Nueva España... (CCXII).
Dice Bernal que les prestó él un borrador, pues parecióme que, de varones sabios, siempre se pega algo a los sin letras como soy yo. Y les dije que no enmendasen cosa ninguna, porque todo lo que escribo es muy verdadero.
Y después que lo hubieron visto y leído, dijo uno de ellos que era muy retórico y tal presunción tenía de sí mismo, después de sublimar y alabar la gran memoria que tuve para no olvidárseme cosa ninguna de todo lo que pasamos desde que venimos a la Nueva España, desde el año de diez y siete [1517] hasta al de sesenta y ocho [1568] y dijo, en cuanto a la retórica que va según nuestro común hablar de Castilla la Vieja... (man. Guatemala, cap. CCII).
Contestando allí mismo --como puede verse-- a algunos reparos que le pusieron los dichos dos licenciados, remata Bernal sus palabras, aunque no su obra, puesto que aún le añadiría algo más, con una apreciación de lo que ha escrito:
Para escribir sus hechos [Julio César] tuvo extremados coronistas, y no se contentó de lo que de él escribieron, que el mismo Julio César por su mano hizo memoria de sus Comentarios, de todo lo que por su persona guerreó, y así que no es mucho que yo escriba los heroicos hechos del valeroso Cortés y los míos y los de mis compañeros que se hallaron juntamente peleando... (CCXII).
Concluida la obra, aunque sobre ella volvería para adicionarla y corregirla, Bernal a los setenta y dos o setenta y tres años de edad pudo al fin sentirse satisfecho. Había escrito para que sus hijos y nietos lo recordaran (CCXII), había dejado una relación como ésta que siempre ha de haber memoria de ella (man. Guatemala, cap. I).